Así es una jornada en el desierto.
El día a día de los pilotos en el Dakar.
Sus colegas de la velocidad duermen en un lujoso ‘motorhome’, se duchan e hidratan después de cada entrenamiento y comen a la carta. Pero los pilotos del Rally Dakar tienen como domicilio el infierno. Resulta inhumano cubrir 600 kilómetros entre dunas y piedras jugándose la piel. Pero después nunca les aguarda una cama con sábanas, ni una ducha caliente. Los días en el rally comienzan de madrugada, en una tienda de campaña. Esta carrera es lo más igualitario que existe en el deporte.
Todos los pilotos, los oficiales y los privados, duermen en el suelo, se montan la tienda, hacen cola para el desayuno, comen lo mismo y afrontan la misma ruta. No hay más diferencias que las que establece el pilotaje: los oficiales tienen una enorme presión de sus patrocinadores, pero los privados están muchas más horas sufriendo encima de la moto.No existe un horario fijo, pero sí una constante: hay que madrugar. A menudo los moteros tienen que levantarse a las cuatro de la mañana, para tomar la salida a un enlace a las 5 o las 6. En ocasiones excepcionales, hay enlaces incluso que comienzan antes, a las 3 o las 4 de la mañana, y entonces prácticamente no hay más descanso que cuatro o cinco horas. Al levantarse hay que plegar la tienda, el saco y la colchoneta, distribuir el equipaje en los aviones y los vehículos y hacer cola para desayunar: pan, mantequilla, agua, café, un vaso de zumo de naranja, un yogurt y, a veces, un huevo frito.También hay que coger, en un autoservicio improvisado con taimas y mesas donde se come sentados sobre alfombras, una ración de supervivencia.
En el Rally, la comida no existe oficialmente, así que la organización reparte a todo el mundo unas bolsas blancas con barritas energéticas, leche condensada y productos de escaso volumen y gran aporte energético.Esas raciones de supervivencia son consumidas por los pilotos durante el tiempo de neutralización del repostaje, o al final del enlace, cuando se espera para la salida de verdad. Es el momento de enfrentarse a la arena y las piedras. Al terminar la etapa, a veces después de más de 800 duros kilómetros, hay que llegar al campamento. Los oficiales entregan las motos a sus mecánicos -excepto en las etapas maratón, donde las asistencias están prohibidas- y los privados deben enfrentarse a la reparación de sus vehículos. Unos y otros, sin embargo, aún tienen mucha faena por hacer.
Lo primero, el ‘road book’. Los motoristas han recogido al entrar al campamento un rollo de papel en el que, mediante unas viñetas que simulan los cruces y que dan instrucciones, deben encontrar el camino al día siguiente. Lo primero que deben hacer, después de hidratarse con botellas de agua mineral que reparte la organización, es estudiar el ‘road book’. Con la ayuda de rotuladores de colores, enfatizan los peligros y los cruces difíciles, para que sean más visibles cuando deben verse apenas de un vistazo mientras se conduce la moto.
A ese ‘road book’ o libro de ruta hay que añadirle unas modificaciones que la organización coloca en unos paneles. Desde que los ‘ovreurs’ de la organización reconocen y diseñan el recorrido hasta que el rally lo realiza, el terreno presenta cambios. A veces por el agua, por el viento o por la mano humana, algunas de las referencias del ‘road book’ varían. Así que, unos días por delante de la carrera, la organización envía un equipo para reconocer el terreno. Las modificaciones del libro de ruta son transmitidas por fax y se exponen para que los participantes las conozcan.
Acabado el trabajo del ‘road book’, los pilotos deben recoger el material, montar sus tiendas y sacos, y acudir a la cola de la cena. Inmediatamente después -a las nueve de la noche este año-, llega el ‘briefing’ que el Director de la carrera, Hubert Auriol, y el responsable deportivo, Patrick Zaniroli, imparten a los pilotos con las previsiones, las instrucciones y los peligros del día siguiente. Acabado el ‘briefing’, cerca ya de las diez de la noche, hay quien apura un rato para charlar y relajarse. Los pilotos oficiales se van directamente a la tienda, tratando de rescatar en esta carrera loca las máximas horas de sueño posibles.