Los dos accidentes mortales golpean duramente al equipo y a todo el vivac. Dakar cada día queda algo más cerca, pero esta vez no será lo mismo.
Ha muerto Meoni. Así de simple, así de crudo, así de real, un sms nos puso en aviso de lo sucedido el pasado martes, a las 11.29, mientras nos encontrábamos en la carretera recorriendo kilómetros sin descanso. Tras los dos días de respiro en Atar, el enlace que se nos presentaba por delante era de los de quitar el hipo: 1.045 kilómetros de carreteras en pésimo estado plagadas de mil y una trampas. A las 3.00 de la madrugada diana y a las cuatro, después de desayunar, dejábamos atrás Atar y poníamos rumbo a Kifa. Tras ocho horas y media de viaje, un mensaje en mi móvil llegó como los que suelen llegar estos días, esperando que fuesen noticias del primer o segundo control de paso. Pero al abrir el sms y ver lo que significaba, no tuve valor para decir absolutamente nada. Nicoli estaba conduciendo y conocía a Fabrizio Meoni bastante; había sido su mecánico dos años y ambos formaban parte del nutrido grupo de italianos que llevan años viviendo intensamente el Dakar. Delante se encontraba también Manel Salinas, mecánico de Marc, al que pasé el teléfono. Vio el mensaje, lanzó el roadbook contra el cristal frontal, y le dijo a Nicoli que parara. En ese momento, tanto Arnaldo Nicoli como Fausto, los dos italianos de nuestro coche de asistencia, supieron que algo grave había pasado. A las palabras inteligibles de Nicoli al ver el mensaje le siguió la cara de tristeza de Fausto. Llegó en pocos segundos el otro coche de asistencia y pararon junto al nuestro. Seguíamos sin poder decir nada, no había suficiente valor para comunicar por propia voz lo que acabábamos de saber, así que Nicoli acabó pasando el teléfono al otro coche. Nuevamente, el teléfono pasó de mano en mano…
Las llamadas a España, a Italia y al vivac se fueron sucediendo una detrás de otra, todos esperábamos que fuese un error y lo mejor era confirmar la equivocación inmediatamente. Pero las noticias que nos llegaron confirmaron que no había marcha atrás, que la cruda realidad era que Meoni había sufrido un accidente y que acababa de perder la vida. Tan sólo 24 horas antes era José Manuel Pérez, un español que disputaba su cuarto Dakar, el que nos había dejado. Los pilotos y algunos miembros del equipo le conocían, así que desde la mañana del lunes, cuando llegó la noticia, el buen ambiente que se palpaba en el equipo había quedado bastante apagado. Pero lo de Meoni fue ya demasiado y las casi cuatro horas restantes de viaje fueron un continuo e inmutable silencio. A la llegada al vivac, esta vez no se organizó el equipo, ni se buscó una zona para ubicar los camiones, las motos y las tiendas de campaña. Llegaron una hora después los pilotos ya conocían la triste noticia desde que terminaron la especial- y acababan de cubrir 300 kilómetros supongo que con muchas cosas pasando por sus mentes.
La reunión entre pilotos, team managers y organizadores de la carrera se alargó durante más de hora y media. Los pilotos dejaron claro que ni querían ni podían volver a salir a correr al día siguiente, por respeto a Fabricio y su familia, y porque estaban conmocionados por lo ocurrido hacía tan sólo unas horas delante de ellos. Así que finalmente la organización cedió y canceló la etapa del día siguiente, desplazando a los pilotos y a sus motos en avión hasta Bamako. Aquella noche fue, junto con la anterior cuando supimos que había fallecido José Manuel Pérez en Alicante por la mañana, la más triste del Dakar.