Todo estaba preparado en 1991 para que volviera a repetirse la misma situación. Toyota y Carlos Sainz partían como favoritos y los acontecimientos vividos los primeros siete meses de aquel año hacían difícil pensar lo contrario. A partir del mes de enero el piloto de Repsol comenzó a adjudicarse una tras otra aquellas pruebas que se habían resistido a su paso en anteriores ediciones.
Primero fue el Rally de Montecarlo, la prueba con más prestigio de las que componen el Campeonato del Mundo. Sainz siguió conduciendo al límite de las posibilidades de su Toyota, pero un desconocido François Delecour pudo y supo ser más rápido que él al volante de su Ford Escort Cosworth. Pero en el último tramo, el mítico Col de Turini, cedió una rótula de la suspensión del vehículo del piloto galo que veía impotente cómo se les escapaba un triunfo inolvidable, aunque nadie pudiera consolarle mejor que un Carlos Sainz que había vivido la misma situación catorce meses antes.
Hasta se esfumaron «las meigas» en Portugal donde el madrileño consiguió acabar por primera vez y en lo más alto del podio. En Kenya una rotura de motor puso fin, sin embargo, a una racha impresionante de resultados. Pero no fue más que la excepción a la regla. El Tour de Corse fue la siguiente prueba del Mundial de Rallies en pasar al palmarès del piloto de Toyota. En Grecia sólo un pinchazo permitió a Juha Kankkunen adelantarle a poco del final, en Nueva Zelanda sumó su segundo triunfo consecutivo y en Argentina Carlos Sainz volvió a sumar una nueva victoria frente a una potentísima formación del equipo Lancia en lo que sólo cabe calificar como un auténtico estado de gracia del piloto español. Eran cinco triunfos en siete carreras. Treinta y dos puntos de ventaja a falta de cinco carreras. Pero todo se torció a partir de ese momento.
En el Rally de los 1000 Lagos, obligado a entrenar con un vehículo casi de serie y a baja velocidad, sin sus notas, robadas un año antes a su llegada a Barajas, Carlos Sainz voló sobre el filo de la navaja hasta cometer un error cuando de nuevo era líder de la prueba finlandesa, acabando no obstante en cuarta posición. Lo peor iba a ocurrir en Australia donde el madrileño se convertiría en triste protagonista. Sainz comenzó dominando hasta llegar a un pequeño tramo espectáculo sobre asfalto, antes del cual no se cambió la suspensión de tierra de su Toyota. Su vehículo varió repentinamente de comportamiento y Sainz acabó volcando. El nerviosismo del piloto español comenzó a ser evidente y el hecho de que toda la responsabilidad del equipo en la lucha por los títulos de Marcas y de Pilotos pesara sobre sus espaldas, más que evidente. A la mañana siguiente Sainz tuvo un nuevo susto nada más empezar. Y poco después la sangre se heló en las venas a quienes presenciaron en directo o en televisión su accidente.
Sainz no se vio abandonado por su Angel de la Guarda. Un problema de cervicales que le obligó a usar collarín durante algún tiempo, no fue casi nada comparado con los mil y un análisis que de la situación sopesó en su interior. En San Remo, esta vez el piloto de Repsol no pudo luchar por la primera posición. Su estado físico, psíquico y problemas de transmisión en su vehículo le hicieron perder tres posiciones cuando era tercero en la general. Sólo el abandono de Juha Kankkunen al perder una rueda en el segundo tramo, salvaron momentáneamente la situación del español.
La siguiente prueba era el Rally Cataluña- Costa Brava, que por primera vez era valedero para el Campeonato del Mundo. Carlos Sainz no podía estar mejor arropado que por una afición numerosa e incondicional. El y su compañero, el alemán Armin Schwarz acabaron la primera etapa como líderes. Todo parecía marchar de nuevo viento en popa. Pero, inexplicablemente, su Toyota Célica CT-Four se negó a arrancar en el parque cerrado de Lloret de Mar. Los esfuerzos fueron vanos y el piloto español volvió a quedarse sin conocer el triunfo en casa. Schwarz, a pesar de todo, lograba ganar milagrosamente después de volcar a tres tramos del final.
Siete puntos separaban a Carlos Sainz de Juha Kankkunen en Harrogate, en la salida del RAC de Inglaterra, tan ¡mpredecible como siempre. Pero a pesar de volver a estar arriba, luchando por la victoria, esa vez fue la mecánica, un problema de temperatura del motor, quien apartó a Sainz de un nuevo título mundial en favor del finlandés Juha Kankkunen al lograr el triunfo en la prueba británica.