Un balance que iba a intentar cuadrarse definitivamente en la temporada 1997. La llegada de Malcolm Wilsson al equipo, para hacerse cargo de la antigua estructura de Ford Motorsport, estructura que renovaba de arriba a abajo, parecía que podía cambiar el panorama de una marca, que podía transformar, y debía concretar, excelentes resultados aislados, en la consecución del título Mundial.
La temporada 1997 empezaba con buenas expectativas a pesar de una mecánica que tenía ciertas limitaciones, sobre todo en lo concerniente a la potencia del motor. Pero dos segundos puestos en los Rallies de Montecarlo y Suecia, no parecían un mal comienzo en una temporada que iba a ser larga como pocas. La suerte sin embargo se alió a medias con el equipo, y a unos inicios prometedores, venían dos abandonos consecutivos, en los Rallies Safari y Portugal, que unidos a la mala clasificación del Rally de España-Cataluña, enfriaban un poco los ánimos. A mitad de temporada se daba un giro de timón y se recuperaba el pulso con una segunda posición en Córcega y la primera victoria de la temporada en Grecia, resultados que permitían seguir manteniendo vivas las opciones al Campeonato del Mundo tanto en su vertiente de Pilotos como de Marcas.
Opciones que se alejaban cuando llegaba el abandono en el Rally de Finlandia, pero que se volvían a recuperar con la victoria en Indonesia, para llegar a final de temporada, a la penúltima prueba del año en Australia con la moral muy alta.
Pero desafortunadamente una vez más los caprichos de la mecánica imponían su ley, y cuando todo hacía suponer que Repsol, Carlos Sainz y Ford ‘se jugarían el Mundial en una última y apasionante baza en el Rally RAC en Inglaterra, el abandono australiano, tiraba por tierra toda expectativa de que la extensa presencia de Repsol en los rallies, en las pruebas de carretera, desde que en 1967 se viera por primera vez la «R» de Repesa, sobre un coche de competición, se cerrara con la corona de laurel de los vencedores.
En cualquier caso, Repsol fue la gran empresa, el gran lubricante que engrasó los motores de un doble Campeón del Mundo como Carlos Sainz. Nunca hasta la fecha y en España, los rallies habían conseguido tanto.