El gran Nani.
Lo fácil sería conformarse, ceder al miedo, cortar gas. Hay un tipo de Folgueroles que no lo hace.
Zilla (Libia).- Cuanto más grande es el precio que se paga por las cosas, mayor es su valor. Nani está pagando un precio gigante, descomunal, por ganar esta carrera. A veces por errores suyos, otros por errores ajenos y otras por mala suerte, siempre hay algo que se cruza entre él y el triunfo. Pero lo dice Meoni, lo dice Auriol el director de la carrera- y lo dice todo el mundo: Nani ganará un Dakar. Las escenas de dolor y de épica que han cambiado el triunfo en el último momento por un sufrimiento atroz se han sucedido en las andanzas de Nani por Africa. Lo conseguirá, no lo duda nadie. Y el día que lo haga, veremos un montón de imágenes. Como aquella dolorosa de Egipto, en la penúltima etapa de 2000, cuando tenía 20 minutos de ventaja en la general y le quedaban 70 kilómetros para la meta. Estaba allí tirado, apoyado en la moto, con las gafas puestas y un gesto de resignación demasiado habitual. Se le había roto el motor. Y otra vez se había quedado a punto. Como cuando se quedó en las dunas con la moto rota cuando rodaban sólos él y Peterhansel, en 1998. O tantas otras veces en las que el pobre Nani, después de exhibiciones emocionantes de pundonor y coraje, se quedó en puertas.
Esta es una carrera salvaje, pero Nani está escribiendo una leyenda. Esta es la carrera más dura del mundo, pero para Nani mucho más. Soñó con ella desde pequeñito y ha peleado tan duro que cada caída es de un dolor punzante. Ayer estaba en el hospital de campaña, con el suero puesto, un dolor tremendo en la espalda y un brazo roto. Pero lo que más le dolía era el corazón. No entendía la injusticia. Nani se ganó en los primeros años una fama de piloto demasiado valiente, alocado a veces. El lo reconoce. Pero en los últimos cuatro años, en el Dakar, se ha caído dos veces. Dos. Otros, como Alfie Cox, salen a media docena en cada Dakar. Sin ir más lejos, Richard Sainct se fue al suelo ayer, pero no se hizo nada. Nani se ha caído dos veces en los últimos cuatro dakares& y no ha conseguido el triunfo en ninguno, cada vez de forma más dramática. El día que lo logre, será una fiesta. Nani no vale para ser segundo. Juega para ganar. Y eso tiene riesgos, sobre todo cuando u n hombre se enfrenta al desierto en solitario, a más de 100 por hora. Lo fácil sería conformarse, ceder al miedo, cortar gas. Hay un tipo de Folgueroles que no lo hace. Ha acabado en la cuneta a menudo. Pero no por eso deja de ser grande. Muy grande. Y el día que gane, su leyenda negra hará que su triunfo sea más valioso que el de nadie antes en los 25 años de historia de esta prueba.