El choque con la civilización.
Se ha pasado del desierto al hotel de cinco estrellas en sólo unos kilómetros. Desde las habitaciones del Sheraton Sharm se ven las últimas montañas que ha cruzado el rally.
Llevamos tres semanas viviendo en una comuna de hippies sucios y sin afeitar, en la que nos habíamos integrado del todo. Estábamos gastados, y con la piel marrón. Y, de repente, ha aparecido Sharm El Sheik, la punta sur de la Península del Sinaí. Sharm es un paraíso del buceo. El Mar Rojo, muy transparente, estaba apenas a unos cientos de metros del final de la etapa de hoy, donde estaba el podio. Después de tanta piedra y tanta arena, ver la habitación del hotel, darse un baño y afeitarse, ha sido un impacto fuerte para todos. Incluso para Marc, que estaba en el podio un poco triste porque se le había escapado la especial. Ha estado a punto de ganar, pero otra vez esta carrera le ha dado un coletazo para curtirle un poco más. Lo ha pasado mal, pero ya casi está. Todo lo que se le pedía a Marc es que acabara la carrera para rodarse. Y está a 56 kilómetros de hacerlo: 34 de especial y el resto de enlace. El impacto con Sharm ha sido incluso más duro que el de Dakar. Hay más lujo, y se ha pasado del desierto al hotel de cinco estrellas en sólo unos kilómetros. Desde las habitaciones del Sheraton Sharm se ven las últimas montañas que ha cruzado el rally, el macizo del Sinaí, y el desierto llega hasta aquí mismo. En Dakar hay una descompresión y la civilización progresa poco a poco hacia el final. Aquí ha sido radical. Lo peor del día ha sido el enlace nocturno.
La organización no ha dejado hoy dormir a nadie. Marc se ha tenido que poner en marcha a la una de la madrugada para completar 413 kilómetros de enlace. Hacía un frío del demonio. Marc, bien prevenido por Nani e Isidro se ha traído ropa de abrigo a esta carrera. Pero en moto, cuando hace frío de verdad, no hay manera de pararlo. Sobre todo en estas motos que no tiene carenado de protección. Se han visto muchos inventos y chapuzas parafríos de cinta aislante o fibra, jerseys improvisados con el saco de dormir-, pero nada ha detenido un noche de sufrimiento, la última. Después de eso, sin dormir y con 365 kilómetros de durísima especial por delante, el Sheraton Sharm ha sido como un espejismo para todos.