Regreso a la civilización.
Nouakchott, capital de Mauritania, penúltima parada del rally.
Dakar está cerca, muy cerca, pero entre nosotros reina el miedo de que se escape. Han sido ya tantas sorpresas desagradables en la historia deportiva de Nani, que al menor indicio de problema nos quedamos todo el equipo sin respiración. Esta noche nos encontramos en Nouakchott, capital de Mauritania, sin duda uno de los países más pobre de Africa. En esta ciudad reina el caos, un caos bien llevado por sus ciudadanos pero demasiado anárquico para los europeos. Llegamos ayer noche provenientes de Ayoun El Atrous, donde nos separamos por la mañana de nuestros pilotos. Ellos la pasada noche han tenido que enfrentarse a una etapa maratón, es decir, que de nuevo pasaban noche solos en el bivaouc, sin asistencias y solucionándose los problemas mecánicos que pudiesen tener sus motos por sus propios medios. Pero no fueron nuestros tres pilotos los que se subieron ayer a sus motos para tomar la salida de la especial que les llevaría a Tidjikja, sino que fueron sólo dos de ellos. La noche del miércoles, a la llegada de nuestros pilotos al bivaouc de Ayoun El Atrous, vimos muy de cerca una de las caras amargas del Dakar, la de un piloto que sabe que su carrera se ha acabado ahí y que no llegará a Dakar.
Mientras Nani llegaba afianzándose más en la clasificación general, su compañero y escudero Marc Coma, el mismo que ha ayudado a Nani en algunas ocasiones en este Dakar, tuvo una fuerte caída y llegó realmente tocado al final de la etapa. Su cara sangrante marcada por una rama, su gesto de dolor, no preveía nada bueno. El bueno de Marc cayó en una bajada rápida antes del repostaje, y fue atendido posteriormente por el sudafricano Alfie Cox, que se lo encontró por los suelos cuando pasaba por ese punto. Marc no sabía dónde estaba ni reconoció a Alfie al principio, pero tras recuperarse levemente, se volvió a subir a su moto y llegó hasta el repostaje. Allí estábamos nosotros esperándole -ya nos habían avisado del percance-, y a su llegada confesó a Jordi Arcarons que estaba tocado de la muñeca y que le dolía bastante la cabeza. En ese punto nos separamos y nosotros partimos hacia el final de la etapa, en Ayoun El Atrous, sabiendo que posiblemente la carrera había terminado para Marc. A pesar de ello, Marc llegó por su propio pie y sobre su moto al final de la etapa. Pero el fuerte golpe en la muñeca que ya se lesionó en el pasado Dakar, y el dolor en su hombro derecho y en la cabeza le hicieron desistir al día siguiente cuando se levantó.
El Dakar había acabado para Marc. Sus lágrimas la tarde antes, mientras grababa sus declaraciones para las emisoras de radio, ya presagiaban que aquello no iba a acabar bien para el más joven del equipo. No, no había sido una etapa fácil para nadie; además de la dura caída de Marc, Isidre y Nani también acabaron por los suelos, y en el caso de Nani en dos ocasiones, una de ellas esquivando una vaca que se cruzó en su camino. Afortunadamente, lo que en otras ocasiones acabó con la veloz carrera de Nani hacia el triunfo en el Dakar, esta vez, tal vez sea por aquello que dicen de la suerte del campeón, esta vez no ha sido así, y Nani continúa liderando esta prueba a la llegada a Nouakchott. Nouakchott será la última ciudad que veamos antes de llegar mañana a Dakar. Abandonaremos ya Mauritania y entraremos en Senegal. El final de la carrera está cerca, y aunque todos en el equipo intentamos mantener la calma y no dejarnos llevar por el optimismo y la euforia, lo cierto es que en la mente de todos está ya la llegada a Dakar con Nani victorioso. De alguna forma diríamos que estamos regresando, paulatinamente, a la civilización, a la vida más cotidiana a la que estamos acostumbrados.
Ayer, al ser etapa maratón, los dos coches de asistencia T5 nos dirigimos directamente a Nouakchott, donde pasamos noche en un pequeño albergue después de 900 kilómetros de carretera general plagada de peligros, con camellos, burros, perros y vacas cruzando, agujeros y coches accidentados en los arcenes, y otras sorpresas que depara el asfalto africano. Allí coincidimos con un grupo de españoles, algunos de ellos médicos, que se dirigen a Guinea en misión humanitaria con un convoy de camiones en los que transportan medicinas, alimentos y utensilios varios. Gente valiente, gente a la que admirar por su esfuerzo y sacrificio. Ayer noche, también disfrutamos de una ducha y una cena sentados en una mesa, sin arena, viento y con carta y todo, para poder pedir cada uno lo que más le apeteciese. Lo cierto es que tanto lujo, así de repente, a más de uno le costó digerirlo. Mañana el sueño de Nani, el de Repsol, el de todo el equipo, el de todos los que han apoyado y confiado en Nani, quedará más cerca, un poco más cerca.